¿A qué huele un bosque tropical?
- Kathy Bonilla
- 24 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 19 sept 2023
A lluvia, hojas, flores, el sol calentando la mañana y evaporando el rocío de la noche anterior… Puede ser…

Bosque seco
Bajo un sentido muy minucioso de olfato podemos diferenciar que cada bosque tropical tiene su fragancia… Iniciamos la travesía en el bosque seco tropical (al noroeste del país) con el característico olor del sol calentando la hojarasca seca, ya chamuscada tendida sobre suelo, cargando una tranquilidad imperturbable. El viento es seco, pero trae consigo una fragancia sutil que cuenta cómo ha recorrido miles de hectáreas por las llanuras del norte sin la mayor de las complicaciones, lleno de paz e infinidad en su propio estilo. Su aroma tiene un clic, una cuerda muy fina que te toca muy cerca, que pone a vibrar el alma, que para mí revela una magia poco conocida y antigua quizá, pero que no es necesario explicar a profundidad para sentir la plenitud de su tacto. Ahora, tras cruzar las barreras geográficas, la percepción olfativa detecta nuevos componentes.

Refugio de Vida Silvestre Junquillal, Pacífico Norte.
Dejando detrás el romanticismo, ahora se torna más intenso… navegando en las distancias, el Caribe le agrega un condimento especial.
Bosque húmedo
Y así llegamos a los inmensos bosques húmedos de las tierras bajas del Caribe. Cientos de miles de organismos al unísono mueven el compás de una orquesta de infinitas interacciones. Finas redes están colocadas como hilitos de arañas, entretejidos perfectamente para lograr una complejidad irrepetible del sistema, sustentado solo por una única regla: no hay reglas. En una lucha del todo por el todo, cada individuo, cada recurso, cada proceso, desde el más mínimo, es necesario para no romper con esta fina armonía. La naturaleza como una mezcla entre inspiración y arte, sumado a un intento creativo, unifica la complejidad en una sola palabra: inmensidad. Es así como, la mezcla ferviente de cada uno de sus miembros, combinado con la característica presencia de la lluvia, cargan consigo un revuelo de sensaciones al olfato, otorgando su propia marca de fragancia.

Reserva Biológica Tirimbina, Caribe.
¡Cambiemos variables de la ecuación! Quitemos lluvia y agreguemos neblina y frío…
Páramos
Así es como caemos, sorpresivamente en tan solo algunos kilómetros de distancia, a las tierras de altura y a los páramos, tierras de otros*. Aunque incomprendidas por muchos, estas tierras guardan la magia de las eras glaciales más lejanas, por lo que infiltrar su olor debe ser algo más en la escala temporal. Como congelado en el tiempo, el frío nos trae una pizca de secretos e inquietudes que no son tan fáciles de descifrar, pero con un cafecito en mano, se abre el pensamiento a lo inexplorado. Son estas tierras las que han visto a la vida misma nacer, ir y venir, desvanecer y brotar nuevamente. Cubrir todo de blanco o cubrir todo de verde. Un foco de apertura, legitimidad e inspiración para crear lo irrepetible. Aquí encontramos el capricho de la naturaleza por expandir sus límites y crear lo que en ningún otro sitio podríamos encontrar. Formas y criaturas únicas que se engalanan por mostrar sus habilidades para formar parte del equilibrio.
* La palabra páramo proviene del latín parămus, que significa “terreno yermo, raso y desabrigado, lugar frío y desamparado” (RAE). Originalmente, no sería la palabra más apropiada a nuestros ecosistemas de altura, ya que es un concepto europeo, aplicado por los exploradores españoles a un bioma tropical, debido a su semejanza con las llanuras áridas de la península Ibérica. Por eso, en trasfondo, sería tierra de otros por la acuñación del nombre.

Cerro de la Muerte, Cordillera de Talamanca.
Envuelto entre nubes, dejamos atrás el páramo de los picos para recurrir en los bosques montanos.
Bosque premontano y montano
Al pie del cordón montañoso más extenso del país, la brisa Pacífico da la bienvenida, sin mucho lugar para equivocación. Canalizando la influencia del gran océano, la vibra es característica sobre los bosques premontanos de la Cordillera de Talamanca. El bosque se fusiona con los densos bancos de neblina y musgo. Entre la altura de sus copas, pequeñas pinceladas cálidas se mezclan con el verde de su matriz logrando un lienzo perfecto. Los primeros rayos de sol recaen sobre las miles gotitas de rocío que ha dejado la llovizna de la noche anterior. Aunque diminutas, logran reflejar en su superficie la grandeza del bosque que las rodea. Ahí, de pie frente al bosque, tan solo cerrar los ojos y respirar lentamente, llenará los pulmones de un aire fresco al inicio, pero que calentará el corazón un instante después. Esa sensación casi tangible de pureza carga el olor de las mismas aguas cristalinas que por miles de años has recorrido la tierra y llenado de vida todo a su paso.

Parque Internacional La Amistad, límite con Panamá
El olor del bosque tropical es infinito, como infinitas son sus posibilidades. Detallar en la esencia propia de cada ecosistema me genera una inspiración que trasciende los límites de explicar con palabras. Pero como humanos, somos seres sensibles al entorno, y las palabras solo intentan recrear algo que ya está intrínseco a un pensamiento colectivo evolutivo.
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