top of page

¡Se nos hundió el barco!

Qué tranquilidad y qué paz me da ver el mar… pero desde la orilla, ¡no desde un barco que se está hundiendo!


Abril, 2023. Todo empezaba como un recorrido por las aguas del golfo de Nicoya.

Las costas allí están rodeadas de extensos bosques de manglar que albergan una infinidad de fauna, desde cangrejos, peces, mapaches, insectos, aves… En fin, un ecosistema de infinita admiración. Admirar era precisamente nuestro objetivo al iniciar el tour. Alrededor de las 6 de la mañana partíamos desde tierra firme en lancha para recorrer las aguas del Pacífico. Surcando el mar, íbamos a toda la velocidad que las condiciones nos permitían, cuando de pronto escuchamos un tremendo impacto...


Para ese momento, yo no entendía mucho lo que pasaba. La lancha había disminuido la velocidad casi a cero y comenzaba a devolverse. Desde donde yo estaba sentaba (cerca de la popa) a penas me llegaban los leves murmullos de nuestro botero comentando lo ocurrido. Cabe recalcar que ya nos encontrábamos bastante lejos del muelle de partida para ese momento. Resultó ser un que un tronco de madera lo suficientemente grande y fuerte en medio del mar arremetió contra la lancha y le ocasionó un enorme agujero en el piso. Yo intentaba no pensar mucho en lo que estaba pasando pues a mí no me gusta la idea de nadar en mar abierto, y bueno, esa podía ser una posibilidad.


Con la velocidad reducida, mi ansiedad aumentaba. Comencé a imaginar escenarios no muy divertidos para ese momento (aunque ahora sí son divertidos de pensar), ¡como toda la tripulación flotando o resguardándose sobre el techo de la lancha casi hundida! Cada minuto sentía cómo la lancha se volvía más pesada y lenta porque se estaba hundiendo desde la popa. Nadie ahí presentes comentaba sobre lo que estaba ocurriendo. Solo una compañera se me acercó y me contó cómo el botero iba sacando agua con un recipiente, a lo que yo no quise ni voltear a ver, tan solo seguí en mi asiento casi inmóvil pensando que cada vez faltaba menos para llegar a tierra firme. Confieso que sí iba muy asustada, pues, aunque las aguas son muy tranquilas, y todos llevábamos chalecos salvavidas, como dije antes el mar abierto no es lo mío.


Finalmente llegamos al muelle por supuesto, y no pasó más que eso. Ya en tierra fue donde me enteré que el bote tenía doble piso, y que el que se rompió fue el de abajo. Según lo comentó el botero después, la lancha no se hubiera hundido aún si se hubiese llenado por completo de agua dado este doble forro de piso que tenía (y yo prefiero creer que tenía razón).



¿Qué hicimos después? Lo que todo amante de la naturaleza haría, reprogramamos el tour de manglar para el día siguiente. Claramente fuimos en una lancha diferente y estuvo increíble, vimos cosas maravillosas que les contaré en la próxima entrada.


Aquí termino esta historia, que ya sería la segunda vez que nos quedamos varados en el mar. Un año atrás, nos quedamos sin gasolina en el medio del Golfo, por lo que tuvimos que remar con los pies y ¡una escoba! para llegar a la orilla, aunque esa vez fue más divertida y menos estresante. De esa aún me río.

El valeroso equipo de ese día.


¿Qué hubieras hecho en mi lugar?

 
 
 

Comments


bottom of page